Guestbook

Pero, ¿Cómo se logró?; ¿simple esfuerzo individual? ¿buena suerte? ¡NO en absoluto! El montañismo es esencialmente un deporte de equipo y mis más de 15 años de experiencia en esta maravillosa disciplina me permiten aseverar que, además,  una cumbre se logra en un 80% antes de, siquiera, aproximarse al objetivo en cuestión. Por eso, este sueño hecho realidad no hubiera sido posible sin la logística bien ideada y ejecutada por parte de SPONDYLUS, a través de Hans y Max; nuestros guías y grandes compañeros de aventura. Y de una aventura que quedará para siempre plasmada en nuestros corazones como una muy positiva historia de vida.

En lo  espiritual, no olvidaré nunca las conversaciones profundas a la luz de la luna; la mano amiga en los momentos de dudas; las palabras cálidas en los instantes más fríos; la voz de empuje cuando ya no quedan fuerzas y la alegría sincera del abrazo de cumbre. En lo terrenal, la rica comida de cada jornada; la cerveza helada para honrar a la Pacha Mama; el paisaje divino inmortalizado en la retina; el vino navegado para celebrar; el bailoteo a 3.500m para amenizar; y el desayuno, de pan amasado y queso de cabra, con los arrieros el día final.

¡Gracias Hans por mi decimosegundo seismil y abrazo de cumbre a todo el team!

Nach dieser perfekten Akklimatisationstour fuhren wir zur Laguna Leijia auf 4‘300 m Höhe, dem Ausgangspunkt zur Besteigung des noch aktiven Vulkanes Lascar mit einer Gipfelhöhe von 5‘595 m.

Am nächsten Morgen fuhren wir bei Sonnenaufgang um die Lagune zum Ausgangspunkt des Aufstiegs, um die „restlichen“ 900 Höhenmeter auf den Gipfel zu Fuss zurückzulegen. Nach drei Stunden wenig schwierigem Aufstieg standen wir am 23. November auf dem Gipfel und waren guter Dinge, als nächstes unser Hauptziel, den Licancabur, in Angriff nehmen zu können. Nach dem nur einstündigen Abstieg fuhren wir zurück nach San Pedro de Atacama, um am nächsten Tag gleich zur Laguna Blanca nach Bolivien überzuwechseln. Von der bolivianischen Seite haben wir am Morgen des 25. November die 1‘300 Höhenmeter Aufstieg auf den Licancabur unter die Füsse genommen. Nach dem Wecken um 2.00 Uhr und einem guten Frühstück sind wir eine Stunde durch unwegsames Gelände bis zum Ausgangspunkt des Aufstieges gefahren, bevor ca. 3.30 Uhr der eigentliche Aufstieg auf 4‘600 m Höhe begann. Bei perfektem und nicht zu kaltem Wetter standen wir nach 6 ½ Stunden Aufstieg müde und zufrieden auf dem Gipfel und genossen eine grandiose Aussicht auf die umliegende Gebirgswelt der Atacamawüste mit der Lagune Blanca und Laguna Verde zu Füssen des majestätischen Licancabur. Der noch teils gefrorene Kratersee sah uns wie ein Meerauge, gesäumt von kleinen Penitentes, an. Der Abstieg war noch etwas mühsam durch eine extrem steile Geröllrinne. Wir mussten uns wegen des bevorstehenden täglichen Nachmittagssturmes beeilen.

Glücklich und zufrieden über den Gipfelerfolg fuhren wir noch zur Laguna Colorada. Nach diesem einmaligen Naturwunder, welches uns Hans nicht vorenthalten wollte, ging es zurück nach San Pedro de Atacama, wo wir unsere Gipfelerfolge ausgiebig feierten.

Nochmals großen Dank an Hans, der durch eine perfekte Organisation und Führung dafür sorgte, dass wir in dieser kurzen Zeit die beiden Gipfelziele überhaupt erreichen konnten! So waren wir uns schnell einig: mit Hans würden wir jederzeit wieder auf Expeditionsreise gehen.

Los meses, las semanas antes de partir a tomar el avión, fueron siempre pensando en lo que se vendría. Para ello había que prepararse de alguna manera, sobre todo en lo físico. Cada día tenía una meta, nada especial, hasta salir a pasear a mi perro, servía para lo que vendría.
Largo viaje hasta Arusha, la  ciudad más cerca del Monte Meru , donde estuvimos dos días para descansar del viaje, armar el bolso y comenzar a sentir nervios por lo desconocido.

Todo listo, pero algo faltaba para poder comenzar a caminar por este frondoso paisaje que se veía……y era el “Ranger”. Guía del parque especializado en “oler” a los búfalos que son muy peligrosos y atacan muy a menudo, por lo que portaba un rifle. Fue la primera gran sorpresa, pero que con las horas vimos que era necesario. Estuvimos muy cerca de dos, por lo que agradece su participación en nuestro trekking. Fueron 4 días de caminatas, 2 refugios con una atención de primera, y la compañía de los guías muy alegres, buenos para conversar en inglés, español, alemán, y muy buenos para cantar y hacer de las caminatas momentos muy relajados y entretenidos.

El entorno del Monte Meru, muy boscoso al principio, parecía asomarse King Kong en cualquier minuto, su gran cráter, los monos, búfalos y jirafas observándonos. Este fue el recibimiento maravilloso e inolvidable. Después de dos días de aclimatación, a hacer cumbre, dormir de día para comenzar a subir a las 00.30 de la madrugada, experiencia nueva y diferente. Fueron 7 horas de escalar, sin ver más allá de lo que tu linterna frontal era capaz de alumbrar. La emoción de alcanzar la cumbre, ver el amanecer, sentirse sobre las nubes, no se puede expresar en palabras. Llantos, gritos, cantos, abrazos, todo aflora y el cansancio desaparece.

Nuestro premio al primer esfuerzo recompensado con la compañía de los guías, su alegría y disposición a ayudar y hacernos sentir como en casa.
Los siguientes 3 días fueron un sueño. Nos esperaba un alojamiento en el campo africano. Rodeados de siembras espectaculares, con vista al ya conquistado Monte Meru y muy cerca ahora del Kilimanjaro, con una atención de lujo por parte de los dueños. Nuestro siguiente objetivo, sin antes descansar, visitar parques nacionales con cientos de animales a nuestro alrededor que superó con creces lo imaginado. También conocimos un poblado de la tribu Masai, con los cuales compartimos un día completo, conociendo sus costumbres, alimentación, cantos y artesanías. No deja de sorprender ...

Próximo destino, cima del Techo de África, el Kilimanjaro con sus 5895msnm!!!

Realizamos la Ruta Lemosho, tal vez la más larga, pero gracias a ello, tuvimos una aclimatación de lujo. Fueron 5 campamentos, cada uno con vista espectacular y con tiempo para descansar y recibir una atención con mucho cariño y dedicación por parte de todo el equipo. El cansancio propio de cada día se desvanecía con la rica cena preparada con los alimentos traídos sobre la espalda de los porteadores. Todos los días una sorpresa, en mi caso particular, la gran sorpresa fue contar con torta de cumpleaños en mi día, canciones, baile y todo sobre los 3400msnm.

Cada día su meta, cada día canciones al caminar, cada día el paisaje cambiaba, cada día más cerca del objetivo.

Cumbre, Uhuru Peak a 5.895msnm el día 23 de junio a las 08.15 am. Caminar durante la noche toda una sorpresa. Solo al bajar, pudimos imensionar lo que habíamos caminado, o mejor dicho lo que habíamos tenido que subir.

La emoción de estar sobre el Techo de África hace recordar lo frágiles que podemos ser, pero también lo fuertes que se puede llegar a ser para poder conocer y disfrutar de la naturaleza que se nos ha regalado. Cada rincón tiene su belleza, sólo si amas rodearte de ella, serás capaz de conquistar, pero con responsabilidad y el respeto que se merece.

Solo me resta agradecer nuevamente a Spondylus Chile, a su guía Hans-Martin Schmitt por su profesionalismo y seriedad en todo el viaje desde que nos embarcamos en Santiago hasta que llegamos. También felicitar al equipo de guías locales, súper profesionales, a los porteadores con su extenuante trabajo, a los choferes con sus conocimientos de todos los animales que habitan en los 4 días de safari que fuimos. Gracias por los ricos manjares que cada día nos prepararon los cocineros y con tanto cariño.

Los alojamientos para conocer los parques nacionales estuvieron de lujo. En diferentes ambientes, la sabana, en un cafetal y todos muy bien atendidos.

Jamás olvidaré este viaje!!!!!

El Plomo es una montaña ubicada en la Región Metropolitana de la capital chilena. Tiene una altitud de 5424 metros sobre el nivel del mar (msnm); es el punto más alto visible desde Santiago de Chile y fue una montaña sagrada para los incas quienes realizaron la ofrenda más especial de su cultura: un niño. Fin de año es siempre agitado por su naturaleza y porque es el cierre de un ciclo en mi trabajo (una institución educativa). Entre despedidas, algunos cumpleaños, entrega del avance de la tesis y cierre profesional se fue anudando un año intenso. Sin realizar cuentas de lo que no pudimos concretar, como es nuestra costumbre, y con fuertes compromisos para el año siguiente, llegó el fin de 2015. Viajamos a Chile el 1º de enero; dejamos una Montevideo dormida y nos recibió Santiago con algo de calor. El ajetreo continuó de alguna manera, entre compras necesarias para la expedición a la montaña y un ansiado cumpleaños. La noche del sábado, previa al inicio de la travesía, fue de poco sueño y mucha ansiedad.

A las 9 AM nos pasó a buscar Hans, teníamos todo nuestro equipamiento pronto: dos grandes mochilas, los bastones de trekking y dos mochilas chiquitas para portar lo necesario durante las caminatas. Luego de los saludos y con la alegría de volver a vernos por tercera vez (El techo de Chile / Chile y Bolivia) comenzamos, en camioneta, el viaje hasta Valle Nevado. Entre curvas y curvas, llegamos a nuestro destino. Nos esperaba Patricio, el arriero, con sus cuatro mulas. Patricio comenzó a cargar a Rosalindo, con pericia y experiencia armaba nudos, sopesaba la carga, la balanceaba y sujetaba. Cada mula puede transportar hasta 60 k. Nuestro equipamiento incluía las mochilas (las nuestras y la de Hans), las carpas, grandes cajas azules donde Hans almacena alimentos, enseres y mesa de cocina, la cocinilla, la garrafa, mesas y sillas para la estadía en la carpa comedor. Mientras el arriero acomodaba la carga, comenzamos a caminar. Valle Nevado está a 3025 msnm; tranquilos, sin prisa y con convicción avanzamos paso a paso. Salimos un rato después del mediodía y cerca de las 3:30 PM llegamos al valle que nos hospedaría durante dos noches. Me sentí pesada, hinchada, cada paso me costaba mucho, las manos daban cuenta también de la altura que habíamos ganado desde la mañana (Santiago de Chile está ubicada a 800 msnm). En Piedra Numerada, nuestro primer destino, armamos el campamento: la gran carpa cocina-comedor, nuestra carpa y la de Hans. Nos ubicamos sobre el costado de un hilo de agua que nace unos kilómetros más arriba y que da origen al río Mapocho que recorre gran parte de la ciudad de Santiago. Al atardecer, entre las montañas nos sorprendió un intenso juego de luces. El efecto era teatral, la cúspide de las alta cadena montañosa se tiñó de diversos colores entre anaranjados y rojos. La luminosidad finalizó en minutos, pues la obra fue solo para quienes estaban atentos a la magia que la naturaleza ofrecía… Finalizaba así un primer día de contrastes y nos encontrábamos cansados, prontos para dormir.

El desayuno es el momento del día que más me gusta en este tipo de viajes. Nos levantamos temprano (la vida en el campamento se desarrolla en función de las horas de luz) para tomar un café y comer tostadas con dulce y queso. Aprontamos un equipamiento ligero (agua, ración de marcha, protector labial, filtro solar) y salimos a hacer una caminata de aclimatación. Fue un trekking duro, pero ya nos sentíamos algo mejor que el día anterior. Las montañas nos esperaban con los más diversos terrenos, a veces con senderos relativamente sencillos y otros complejos donde nos costaba avanzar. En esas superficies las botas se entierran, además falta el aire, el cansancio se apropia del cuerpo y de la mente, no se ve la cima del día… hay que avanzar a pesar de todo. Llegamos, finalmente, a la cumbre estipulada y quedamos muy satisfechos cuando Hans nos comentó que no esperaban llegar tan alto (4070 msnm). Comenzamos el descenso que por suerte no fue tan tortuoso para mi vértigo. Debimos, como en la subida, descender varios kilómetros para poder bordear el cruce de agua sin mojarnos. Durante la caminata nevó varias veces, aunque fueron copos minúsculos que no impidieron nuestra marcha. Luego de una cena reparadora, nos fuimos a dormir pues al día siguiente debíamos levantar campamento. Hans nos leyó la historia del niño del Plomo. Conversamos al respecto, reflexionamos sobre el gran imperio inca y la concepción de la vida y la muerte. Un dejo de tristeza se instaló en mí, sin lugar a dudas la incapacidad para comprender las ofrendas humanas.

A las 7:30 AM comenzó nuestro día. Desayunamos y levantamos todo el equipo. Pronto llegó el arriero, nosotros comenzamos a caminar y él se encargó de cargar las mulas. La primera parada fue en la cascada que origina el cruce de agua que se transforma en el río Mapocho. La cascada, como todos los elementos naturales, era un símbolo muy importante en las celebraciones incaicas que se realizaron en la zona. Nos detuvimos sobre una plataforma construida en las peregrinaciones hacia la cima y apreciamos otras construcciones. La proximidad con la historia fue cercana.
Continuamos con la ilusión, el espíritu y el ambiente de un nuevo camino incaico, recordamos de alguna manera el realizado hace unos años (La magia del reino del Tahuantisuyo). El imperio Inca fue enorme y se extendió bien al sur de América, incluso mucho más abajo que Santiago de Chile. No deja de asombrarme la fuerza espiritual de los incas que pudieron extender sus redes a pesar del poderío de la naturaleza que parece no dar tregua con el frío, el viento, la altura, las inmensas distancias. A Federación, nuestro segundo paraje,  llegamos luego de una caminata que no nos demandó demasiado esfuerzo, aunque las pantorrillas acusaban la gran cantidad de subidas realizadas. A 4135 msnm armamos el campamento. Patricio ya nos había dejado la carga; el trabajo nos cansó y decidimos dormir un rato, comenzó a nevar y a soplar un fuerte viento. Tuve un atisbo de preocupación. En el lugar había otras carpas que, al igual que nosotros, debieron reforzar su seguridad con más cuerdas. Eolo soplaba con determinación.

Desayunamos a las 8 AM y al finalizar comenzamos la caminata de aclimatación del día. Para el ascenso planificado usamos las botas de montaña que son incómodas, pero abrigadas y muy seguras. El tiempo fue bueno, a pesar de una noche con viento y nieve que nos había dejado poco sueño.
Caminamos casi cinco horas, un total de cinco kilómetros y 300 metros desde 4135 a 4840 msnm. Por momentos el cansancio fue agotador, pero increíblemente el cuerpo se recupera en minutos de descanso para permitir la marcha una vez más. La vista en la altura es increíble. La nieve caída en los últimos días había generado un manto blanco e impecable, salvo en los senderos en los que se ve la huella de los caminantes. El silencio era profundo y devastador por momentos. Las reservas de energía del cuerpo parecen evaporarse paso a paso, pero se recargan inexplicablemente. Las montañas dominaban la escena. El sol nos fue esquivo una vez más y el viento, por suerte también. El descenso fue estresante por momentos (tengo vértigo); me pregunté que hacía en ese lugar y por qué intentaba una vez más vencer mis miedos en la acción. La respuesta, como en los grandes desafíos deportivos, me esperaba al finalizar el recorrido.

En la tarde descansamos, probamos los crampones que usaríamos el día siguiente al intentar cumbre. Tenía mis serias dudas acerca del éxito de lo que nos esperaba: ocho horas de caminata hasta la cumbre más el regreso. Ese día y en función del estado del tiempo, Hans decidió que intentaríamos cumbre el jueves (a pesar de que también podríamos hacerlo el viernes pues contábamos con un día de seguridad). Saldríamos con la esperanza de una buena sintonía con la Pacha Mama, pero con la información meteorológica que preveía vientos y nieve en la tarde. Esos factores podrían significar un eminente regreso sin hacer cumbre. La experiencia de Hans y su mesura me daban tranquilidad. Aún así, sentía la angustia previa a las “grandes gestas”. La montaña, mi cuerpo y mi cabeza decidirían cuánto podría avanzar el día después. Cenamos muy temprano, comimos pasta con salsa, limpiamos todo, aprontamos las raciones de marcha y nos fuimos a descansar. Mi pie izquierdo (el metatarso) que está resentido desde hace unos meses acusaba el ajetreo del día y estaba especialmente dolido por las botas que son rígidas. Me dormí con la convicción de que al día siguiente diría que no iba a intentar cumbre: muchos factores me indicaban que no estaba en condiciones de hacerlo.

¡Lo logramos! Comienzo por el final, como en la gran obra de Gabo —la que más me gusta— Crónica de una muerte anunciada. Lo hago pues me invade una sensación totalizante de logro. Salimos 3:30 AM, aunque debimos levantarnos una hora antes. Desperté con la convicción de intentarlo y, a pesar de que el pie me molestaba, solo quería salir y comenzar a caminar. El cielo estaba bordado de estrellas y no había viento, la noche era espléndida. Caminamos con nuestras luces frontales prendidas por el mismo sendero que transitamos el día anterior. Estábamos muy abrigados, no teníamos frío, solo ganas. Cruzamos el refugio Agostini, descansamos y continuamos. Pasamos por el punto al que habíamos llegado el día anterior 30 minutos antes incluso. En un momento Hans nos comentó que “teníamos chances” —por el desempeño que era el esperado y por las condiciones del estado del tiempo—. Decidimos seguir hasta que las chances se agotaran. Por momentos el cansancio se apoderaba de nuestro cuerpo, el ascenso no daba tregua. Llegamos a una pirca incaica, lugar sagrado en el que acondicionaron al niño ofrecido a los dioses antes de conducirlo a su morada final en la altura de El Plomo. Estábamos exhaustos, varias veces creí que no lo lograríamos.

Metros después de la pirca comienza el cruce del glaciar, nos pusimos los crampones (entre el cansancio y el frío, Hans realizó la tarea por nosotros) y continuamos. Supimos que todavía faltaba una hora y 30 minutos de marcha y decidimos continuar, más por voluntad que por fuerza. El terreno seguía en ascenso, en ocasiones el sendero se volvía casi imposible y debíamos descansar. Conté 140 pasos y tuvimos que detenernos para tomar aire, usé el sistema como medida un par de veces más. Divisamos una altura, pero se trataba de la falsa cumbre, la que se ve desde Santiago. Seguimos unos metros más que fueron casi un suplicio, pero la meta estaba cerca, muy cerca… Y pronto vimos a Hans con un mástil en alto con la bandera chilena. Lloramos, sin lugar a dudas. Disfrutamos del momento, pues casi no había viento y se asomó el sol. El panorama de los Andes es sobrecogedor. Nos tomamos fotos, nos abrazamos y volvimos a llorar. Comenzamos el descenso, hacía siete horas que habíamos salido; pensábamos hacer cumbre en ocho, así que tan mal no estábamos. Desandamos el camino con las mismas paradas para descansar. En el refugio Agostini encontramos una pareja que se sumó al descenso, bajamos charlando, el tiempo se escurría fácilmente. El cielo se enrareció y espesas nubes cubrieron el entorno. Aún así fue increíblemente bonito, tan gris, tan sórdido. Llegamos al campamento a las once horas de haber iniciado la travesía del día. Recorrimos once kilómetros y 50 metros desde los 4135 msnm hasta la cumbre de El Plomo a los 5400 msnm. Satisfechos, así nos sentimos al llegar. No me creía capaz de hacerlo, pero lo logré. Cuando arribamos al campamento solo pensaba en descansar, estaba marchita. Hans ya tenía planes para el día siguiente, aunque yo solo pensaba en recostarme. Ese día también cenamos temprano (un delicioso guiso de lentejas) y nos fuimos a descansar y leer.

Dormimos bien, pero de a ratos porque había mucho viento. Soplaba en ráfagas intensas que parecían arrancar la carpa con nosotros adentro. Salió el sol por primera vez desde que llegamos, se veía un cielo azul y limpio, pero el viento generaba un ambiente inhóspito. Entre ráfaga y ráfaga el silencio generaba expectativas de calma y minutos después desde lejos se comenzaba a escuchar un zumbido que se transformaba en un remolino que sacudía la carpa nuevamente. Desayunamos a las 8:30 AM tal como teníamos previsto, pero el plan del día —un ascenso al cerro La Leonera— se suspendió. Preparé un té para hidratarme (aspecto fundamental en la altura) y dar calor al cuerpo mientras escribía y leía para esperar que el mal tiempo nos diera la oportunidad de una nueva caminata. El día nunca mejoró. Tuvimos visitas de otros campamentistas, conversamos sobre la vida, los ascensos, las dificultades de la altura, los viajes. Descansamos en la tarde y nos fuimos a dormir temprano, pues al día siguiente debíamos retornar.

El plan del día era sencillo, pero intenso: terminaba la experiencia a El Plomo. Luego de desayunar, levantamos campamento. Llegó el arriero y comenzó a cargar las mulas y nosotros abandonamos Federación rumbo a Valle Nevado. Caminamos cinco horas, nos cruzamos con hombres y mujeres que, al igual que nosotros, marchaban con el objetivo de conocer el punto más alto de Santiago. Había, además, varios corredores que se aclimataban y entrenaban ya que la semana siguiente tendría lugar la Mammut Andes Infernal con dos distancias: 15 y 28 k (desde Valle Nevado hasta Federaciones en la versión corta y desde Valle Nevado a la cumbre del Plomo en la carrera “más alta del mundo”). Patricio, el arriero, nos esperaba en el lugar donde una semana antes había comenzado esta historia con la carga en el suelo, pronta para subir a la camioneta y regresar a Santiago. El fin del viaje era eminente y los sentimientos propios de un cierre estaban a flor de piel: alegría por lo vivido, tristeza y añoranza por la vida de montaña que tendrá que esperar un año más para volver a repetirse.

Ropa recomendada (en bolsas ziplocs): botas de trekking / botas de montaña / pantalón de montaña / sobrepantalón / medias (tantas como se pueda) / 2 pantalones de trekking /  chaqueta de plumas / chaqueta cortaviento / 2 equipos primera capa / 2 remeras de manga corta / 2 polares / 1 remera de manga larga / ropa interior / pijama y medias / sandalias, crocs o similar / 1 pantalón deportivo o calza

Equipamiento sugerido (también en bolsas ziplocs): sobre y colchoneta para dormir / bastones de trekking / luz frontal / termo / botella para agua / desodorante / toallas húmedas / bolsas de nylon / toalla (aunque no pudimos bañarnos ni lavar ropa pues solo tuvimos un día de sol) / jabón de lavar (sirve para un eventual aseo) / cepillo y pasta dental / medicamentos (dolor de estómago y de cabeza principalmente) / peine / filtro solar / protector labial / crema antiherpes / alcohol en gel / crema para el rostro y el cuerpo / cuerda y palillos / costurero / curitas, vendas, cinta / alicate / cepillito / esponja / hipoglós (crema curativa) / ratisalil (antiinflamatorio) / sopas y jugos

Unsere Expeditionsgruppe besteht aus 4 strammen Männern (Donato, George, Guido und mir) aus der Schweiz sowie aus unseren 2 Bergführern, dem Schweizer Mischu und dem Schwarzwälder Hansi, der in Chile wohnt. In einer 3-tägigen Wanderung geht es zum letzten Lager Olla del Plomo auf 4200m hinauf. Bis dahin wird unsere Gepäck von trittsichern Maultieren getragen. Nun heisst es abladen,  Zelte aufschlagen usw. Für mich ist es eine Premiere - noch nie war in meinem Leben so hoch gestiegen! Die grösste Höhe, die ich bisher zu Fuss erreicht hatte, war 3800 Meter (mit meiner Tochter Elena in Nepal beim Anapurnatrekking). Aber dies war im Vergleich dazu ein netter Spaziergang ...

Die Tage sind schön warm, oft scheint die Sonne. Die Nächte sind kalt, die Temperaturen bewegen sich im Minusbereich. Ich bin froh um den guten Schlafsack und das super-bequeme Mätteli, ich habe nie gefroren.  Auch meine etwas spezielle Vorbereitung hat sich bewährt. So habe ich zuhause schon einige Nächte bei offenem Fester bei 2 Grad Zimmertemperatur geschlafen. Dazu übte ich das Bisle im Schlafsack, ein gar nicht so einfaches Unterfangen. Zuerst muss „Mann“ die richtige Flasche mit einer genügend grossen Öffnung finden. Dann sollte man unbedingt darauf achten, dass man nicht mehr biselt, als in der Flasche Platz hat. Hilfreich ist auch, wenn man den Flaschendeckel unter der Decke  wieder findet und ihn auch wieder korrekt aufschraubt ... Erst nach x-fachem Wiederholen kann man sich sicher sein, dass alles klappt und man trocken bleibt!!

Der Plomo galt bei den Inkas als heiliger Opferberg. Im Jahr 1478 soll hier ein 9jähriger Junge den Göttern geopfert worden sein. In Peru, Argentinien und Chile existieren insgesamt 18 solche Opferberge. Es war für die Kinder wie auch deren Eltern eine grosse Ehre, wenn man als Opfer ausgesucht wurde. Das Ritual bestand darin, dass man vom 3000km entfernten Cuzco, der damaligen Inkahauptstadt, in einer Monate langen Pilgerfahrt zum Plomo kam und diesen bestieg. Heute noch ist die Kultstätte zu sehen. In diesen trockenen und eisigen Höhen haben sich die Körper gut mumifiziert und sind deshalb auch so gut erhalten.

Um 3.00 frühmorgens stehen wir auf; nach einem heissen Tee geht es mit Stirnlampen in den Berg hinein. Es ist fast Vollmond, der Himmel sternenklar und eine unheimliche, aber wunderschöne Berglandschaft erstrahlt im matten Glanze. Fast geisterhaft bewegen sich unsere Schatten. Nach einer Stunde muss Guido leider schon aufgeben. Er hat ein beginnendes Lungenödem, das ihn schon auf einer früheren Reise plagte. Er kehrt alleine ins Lager zurück. Alle zwei Stunden gibt es eine kurze Rast. Das Wetter ist kalt und ich bin wirklich froh, meine dicke und gute Daunenjacke mitgenommen zu haben. In langsamen, regelmässigen Tritten geht es vorwärts und aufwärts. Das Atmen wird zum schweren Keuchen. Nach vier Stunden überlege ich mir, ob ich wie Guido umkehren soll. Denn mir ist auch klar, dass ich noch genug Kraft haben muss für den Abstieg.

Wir teilen uns auf. Donato und George gehen mit Mischu weiter, ich mit einem langsameren Schritt ziehe mit Hansi nach. Nach langen 5 Stunden geht vor mir die Sonne auf - ein unvergessliches Erlebnis hier oben!!

Wow, Hans - soeben hast du 5000m erreicht!! Nun weiss ich, dass ich es schaffen werde. Schritt für Schritt quäle ich mich die letzten 400 Meter dieses Berges empor. Immer mit der Frage im Kopf, was mache ich überhaupt hier oben. Als wir die Steigeisen anziehen, um über den Gletscher zu gelangen, geht es plötzlich besser, diese Wunderdinger krallen sich richtig fest, auch im Geröll halten sie. Ich fühle mich sehr sicher und das gibt mir auch wieder neue Kraft. Meine 3 andern Kompagnons kommen uns schon vom Gipfel entgegen.

Ich gehe weiter, Schritt für Schritt, Atemzug um Atemzug. Ein kalter Wind peitscht uns entgegen. Das letzte Steilstück will nicht enden ... aber auf einmal, ca. 300 Meter vor mir - der Gipfel! Diese letzten Meter sind relativ flach und so kann ich sie beinahe geniessen.

Ich falle Hansi in die Arme und muss zuerst mal weinen, so erschöpft bin ich. Ein Teil der chilenischen Bergsteigergruppe, die bei uns im Lager um 02.00 Uhr gestartet sind, sind schon oben, die restlichen haben wir überholt, gar nicht so schlecht, denke ich mir. Wir werden wie Helden von ihnen empfangen. Ein Schluck Whiskey, ein Riegel, die Aussicht, das obligate Gipfelfoto mit der Schweizer Fahne und schon fast vergesse ich die Strapazen. Nach 20 Minuten beginnen wir mit dem Abstieg. Das Wetter wird schlechter. Im Viertelstunden- Rhythmus kommt die Sonne und dann schneit es wieder waagrecht von vorne. Es ist wie beim Segeln - der Wind kommt immer von der falschen Seite. In den Pausen muss ich mich zwingen, etwas zu essen, so erschöpft bin ich. Die Luft ist schon sehr dünn da oben. Ich nehme mich zusammen und konzentriere mich voll auf den zum Teil sehr schwierigen gerölligen Weg. Dennoch stürze ich 4-mal und merke, dass ich meine allerletzten Kräfte mobilisieren muss.

Nach vier Stunden erreichen wir um 15.00 Uhr wieder unser Lager. Ich bin fix und fertig und staune, was ich geleistet habe. Nach nur einer Stunde bin wieder ziemlich erholt und kann endlich mit Appetit essen. Mein Arthrosenknie, das ich zuhause gesund spritzen liess, hat zuverlässig gehalten. Nur meine Hüfte habe ich immer wieder gespürt, aber irgendetwas muss einem ja wehtun ...

Noch nie war ich so hoch, noch nie bin ich körperlich so gefordert gewesen, noch nie musste ich meine mentale Stärke so ausreizen und noch nie war ich so stolz auf meine körperliche Leistung. Es ist für mich so etwas wie das Durchschreiten einer Lebenswegmarke. Denn das Jahr 2011 markiert auch den Beginn eines neuen Lebensabschnittes: eine neue Beziehung, eine neue Ausbildung, das Geschäft zum grossen Teil verkauft, in ein paar Tagen erstmals Grossvater - all dies bedeutet Aufbruch, eine neue Epoche in meinem Leben.  Das war ja auch mein Beweggrund für ein ganz spezielles time out - eben dieses Andenabenteuer: etwas ganz Besonderes, etwas, das mich immer an diesen neuen Lebensabschnitt erinnern würde. Vielleicht messe ich die Zeit nun in Plomo-Einheiten: 2 Jahre nach Plomo ... Meine Freunde haben mir bereits einen neuen Titel gegeben - Hans Spinnler, Bergsteiger MOP (Master of Plomo).

Wir kehren zurück nach Santiago und geniessen das gute Essen und die noch besseren Weine. Anderntags geht es weiter in einer 6-stündigen Autofahrt über die Anden nach Argentinien. In Mendoza ist nochmals Zivilisation angesagt mit dem Besuch eines Weingutes mit allen Drum und Dran. Bereits am nächsten Tag bringt uns der Bus an den Fuss des „Steinern Wächters“, den Aconcagua, unsere nächste, fast unvorstellbare Herausforderung.

In einem unproblematischen 3 tägigen Aufstieg erreichen wir auf einer Höhe von 4200 Metern das Basislager Plaza Argentina. Der vierte Tag am Berg ist für die Akklimatisation reserviert. Zuerst geht es zum Medi-Check, jeder Bergsteiger/in muss vor der Besteigung sich von einem Arzt untersuchen lassen. Bei uns ist alles in Ordnung und wir bekommen den OK Stempel in unser Bersteiger-Permit. Danach leisten wir uns den besonderen Luxus und erkundigen unsere Route mit dem Heli. Dieser steigt auf Grund von ausgezeichneter Bedingungen, Wärme, Luftdruck etc. bis in eine Höhe von 6200 Metern auf. Mir wird schwindlig, als ich von oben unsere vorgesehene Route sehe: Hier müssen wir alles in mühsamem Fussmarsch hinaufkraxeln ...!?

Am nächsten Tag steht der erste Materialtransport an. Wir bringen Esswaren ins Höhenlager 1  hinauf. Die erste Stunde - ich staune wie fit ich bin,es fällt mir überhaupt nicht schwer, vorwärts zu kommen. Aber dann wird es als wie schwieriger und härter. Ich fühle mich, als würde man einen Wasserhahn langsam zudrehen. Nach 4 Stunden ist einfach kein Saft mehr da. Ausgepumpt. Ausgelaugt. Ausgeträumt. Mit knapper Not erreiche ich  das Höhenlager 1. Mir wird klar: „Das war es!“. Weiter komme ich nicht und weiter will ich auch nicht mehr. Und so löse ich das Versprechen ein, welches ich meiner Familie und meinen Freunden gegeben habe: „Wenn es nicht mehr weiter geht, dann höre bitte auf. Du musst niemanden etwas beweisen.“ Ich kann es fast nicht glauben - auf nur „5100 Meter“  geht es zu Ende! Ich bin doch schliesslich ein Bergsteiger im Rang eines MOP!

Beim Abstieg nehme ich wehmütig Abschied vom Berg, ich wäre gerne noch bis ins Hochlager 3 (6100 m) aufgestiegen, um dann hinten am Berg ins nächste Basislager nach Plaza de Mulas abzusteigen. Denn der Aconcagua-Gipfel ist für mich - das war eigentlich nach der Besteigung des Plomo klar - in weite Ferne gerückt.

Beim Aufstieg hat mich natürlich immer wieder der Gedanke beschäftigt, was ich überhaupt hier oben in dieser sehr kargen Bergwelt voller Geröll und Schuttpisten mache. Alles besteht nur aus Stein, Eis und Schnee. Keine Pflanzen, wenige Tiere, aber prächtige Landschaften. Da müht man sich tagelang ab, um einen Gipfel zu bezwingen. Danach bleibt man 5 oder 15 Minuten auf dem Gipfel und dann will man nur noch so schnell wie möglich hinunter. Es ist wie bei den Seglern, die den Atlantik überqueren. Drei Wochen Schräglage, einfaches Essen, kein Schlaf. Kaum am Ziel angekommen, flüchten alle von Bord und denken: „Weshalb hab ich mir das angetan? Warum habe ich alle dies Strapazen auf mich genommen?“ Ähnliche Gedanken gehen mir auch jetzt durch den Kopf. Wieso machst du das alles, Hans Spinnler?

Unten im Tal muss ich auf Wunsch unseres Bergführers zur Basislagerärztin. Sie diagnostiziert eine Lungenbronchitis und ev. ein beginnendes Lungenödem. Sollte sich das am nächsten Morgen bestätigen, werde ich mit dem Heli ausgeflogen. Dies wäre in unserem Bergsteiger-Permit inbegriffen. Aber in der Nacht erhole ich mich so gut (und zudem bin ich schon Heli geflogen), dass ich auf dieses Angebot verzichte.

Ich verabschiede mich von meinen Freunden, die am gleichen Tag zum Höhenlager 1 aufbrechen, und steige mit meinem nun persönlichen Bergführer Hansi ins Ausgangslager Pampa de Leñas (2820m) ab. Wir legen an diesem Tag zwei Tagesetappen zurück und erreichen nach einem 10-stündigen Gewaltmarsch bei letztem Tageslicht unser Lager. Es gibt Wurst und Brot, danach schlafen wir bei herrlichen +9 Grad draussen, unter einem märchenhaften Sternenhimmel.

Anderntags geht es nochmals 6 Stunden talwärts, eine Nacht im Bergsteigerhotel mit Restaurant - was für ein Luxus! Anschliessend bringt uns der Trekkingbus an die Westseite des Aconcagua. Von dort aus reiten wir auf Maultieren - was für ein Vergnügen! -  ins Camp Confluenzia (3400m), wo wir auf unsere absteigenden Gipfelstürmer warten. Am Abend hören wir über Funk, dass Donato 500 Meter vor dem Gipfel umkehren musste und nun gesund im Lager Plaza de Mulas angekommen sei. Aber es wird noch eine Person vermisst..... . Danach kommt die Meldung, dass Mischu alleine ins Lager zurückgekommen ist. Wir machen uns Sorgen: Was ist mit George passiert? Wo ist er? Ist er die vermisste Person? Warum ist er nicht bei Mischu geblieben?

Um 21.00 Uhr kommt die erlösende Meldung, dass auch George im Camp eingetroffen sei und es allen gut gehe. George war der einzige von uns, der mit Mischu auf dem Gipfel war (Laut einer internen Statistik der Parkranger erreichen nur 20% der Bergsteiger den Gipfel, ein erschreckendes Resultat, finden wir). Einen Tag später treffen sie alle um 15.00 Uhr in unserem Camp ein - glücklich, aber müde. Wir steigen nun alle gemeinsam ins Tal hinunter, froh, diesem Berg nun den Rücken zuzukehren und freuen uns noch auf drei gemütliche Tage in Valleparaiso am Meer ...

Was bleibt, sind die wunderschönen Sonnenuntergänge, welche die karge Bergwelt in hundertfaches Goldbraun und Rot erscheinen lassen. Das meditative Gehen, Schritt für Schritt. Und die Gewissheit, dass in meinem zukünftigen Leben, eben nach Plomo, alles gut kommt. Es war eine sehr intensive Zeit; mental wie auch körperlich wurde ich an meine Grenzen geführt. Ja, es war einmalig, darum muss ich dies so nicht mehr wiederholen. Man kann das ganze Abenteuer auch ganz pragmatisch sehen - als eine sehr teure Abmagerungskur: Ich habe nebst einem guten Muskelaufbau auch noch 5 Kilo abgenommen ...!

So, nun freue mich auf meine Zukunft als Grossvater. Und auf alle neuen Überraschungen, die das Leben einem so bereitet!

Hans Spinnler, Master of Plomo (MOP)